Habia creado un hambre invisible, nadie sabia nada,ni yo tampoco, era una mezcla entre arrepentimiento, culpa y una sensación de perdida tan brutal como la muerte de alguien y muy en el fondo sabia que era tarde, habian dos caminos, yo me habia salido y estaba en la UCI, enganchado a una maquina mientras mi conciencia se llenaba de oceanos al despertar, espontanemente me olvidaba y siempre acababa volviendo, con la respiración asistida me tragaba mi propio dolor, en soledad, era un secreto que compartiamos yo y yo mismo.
Y asi pasaban los dias, arrepentidos por mi facilidad para provocar tormentas y granizo cuando no quedaban paraguas en las tiendas y las vendas estaban saturadas de costras y puntos de juguete, habia algo que me impedia dejar de hacerme daño , me gustaba el dolor que yo mismo me provocaba, era mi propio castigo al dolor provocado al rizo perfecto.
Tio, acabas de perder el puto tren, gilipollas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario